Por: Zulay Medina
Realmente sí se necesitaba dar otra imagen a mi querida ciudad, nadie se oponía a aquello, pero lo que es inaceptable es que no piensen en las señoras vivanderas de la plaza Rafael Cajiao Enríquez, más conocida como El Salto y del Mercado cerrado. El anuncio de regeneración urbana en estas zonas fue un golpe sicológico duro para la ciudadanía.
La situación que están pasando actualmente las vivanderas es crítica, acomodadas en el estadio La Cocha, sin las condiciones necesarias y por cierto muy apartadas del centro de la ciudad. La reducción de las ventas provoca la desesperación en estas madres de familia, es triste ver cómo sufren, ya que “el banco no espera”, como ellas manifiestan. Si se las iba a reubicar debió ser en el lugar adecuado, por lo menos más cercano al centro, es que no solo es cuestión de construir “La nueva Latacunga”, son cuestiones de tradición, de costumbre, da nostalgia pasar por El Salto y ya no ver a toda esa multitud en los días de feria.
Con lágrimas en los ojos, dicen las afectadas: “se acabaron más de 80 años de costumbre, esta plaza nos heredó con escrituras el señor Rafael Cajiao Enríquez, justo para nosotras las vivanderas de El Salto. No es justo que nos saquen de aquí, es increíble lo que se ve, es como si se hubiera cerrado un ojo de agua”. Es que de eso han vivido toda su vida, han educado a sus hijos y ahora simplemente ya no existe.
Son varios los problemas que acarreó este cambio, pero solo quiero enfatizar en el sufrimiento de las señoras que cada semana venden menos, porque las personas que antes acudían a la plaza hoy no acuden a La Cocha, porque “está muy lejos”, dicen, y prefieren comer o comprar en los restaurantes del sector y en el almacén Tía, porque “sale lo mismo que coger un taxi”, eso por parte de los consumidores, y en el caso de las vivanderas, que tenían los microcréditos del banquito comunal para poder hacer sus ventas, hoy están endeudadas. Claro, es que ¿de dónde van a sacar para pagar, si las ventas que antes se hacían hoy terminan consumiendo ellas mismas, o solo les alcanza para la carreta o para pagarle a los cargadores? Hasta ellos sufrieron las consecuencias, porque tampoco hay trabajo.
Es por eso que algunos de los que expendían sus alimentos han optado por arrendarse unos pequeños locales por el centro. Hasta cualquier garaje es bueno, pero los que no tienen la oportunidad de hacer eso se morirán del hambre, lo digo porque mi abuelita y tías vivían de aquello, de un trabajo digno, que no le hacía ningún mal a nadie y, según parece, al señor Alcalde ni le va ni le viene, porque hasta el día de hoy no le ha importado todas las penurias que están pasando los comerciantes.
Simplemente queda la indignación de muchos, porque parece que a la máxima autoridad no le importa, y si quería desaparecer El Salto, pues creo que lo logró, pero eso sí, esperemos que cumpla su promesa de que se les va a dar puestos en el nuevo centro comercial, que lo dudo. Eso sí, el tiempo y la ciudadanía se encargarán de juzgar, por que el resentimiento hacia él durará mientras existan las personas afectadas, y en la conciencia del señor Alcalde.
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